miércoles, 17 de octubre de 2012

Notas de la tertulia del 16-10-2012

El reflejo de las palabras, de Kader Abdolah


La tarde del martes volvimos a reencontrarnos tras el descanso veraniego en una concurrida tertulia sobre la novela El reflejo de las palabras.  La impresión general sobre el libro había sido buena y uno de los aspectos más destacados fue, sin duda, la relación que se establece entre padre e hijo.

Comenzamos hablando sobre la estructura y el estilo del texto. Se trata de un relato circular dividido en tres partes, que empieza y termina en el mismo sitio, la cueva del monte del Azafrán que contiene unos textos con caracteres cuneiformes esculpidos en la roca. El texto tiene además una característica poco habitual: dos narradores, uno es omnisciente y el otro es Ismail, el hijo del protagonista. El primero se encarga de la primera y última parte, puesto que Ismail o bien no ha nacido todavía, o está ausente. La parte central está contada en primera persona por el hijo.
Esta distribución fue algo confusa para algunos de los lectores pero interesante y con cierto encanto para otros. Varios señalaron que les había resultado algo caótica sobretodo al principio, cuando todavía uno no se ha metido de lleno en el relato. Pero, en líneas generales, la opinión fue buena. Además, el estilo y el lenguaje son sencillos, con frases relativamente cortas que no impiden que la prosa sea bonita e incluso, con tintes de leyenda.

A continuación hablamos sobre la relación paterno-filial que protagoniza el relato. Es la parte más valiosa y la que más conmovió a todos los lectores. Una de las reflexiones de la tertulia es que la novela parece surgir por el remordimiento que tiene el hijo por no haber estado el tiempo suficiente con su padre, por haber abusado de su confianza en algunas situaciones políticas complicadas o por haberse marchado sin él. Por esto, el protagonismo de la novela parece cedido por completo al padre.
Fuimos repasando y hablando de la vida que ambos comparten y hubo dos episodios que fueron especialmente recordados con cariño. El primero de ellos es cuando Ismail todavía es niño y le obligan en el colegio a vestirse de niña para que cante y baile para una visita importante. En el relato dejaba claro que no había sido elegido por sus dotes interpretativas, sino porque su padre al ser sordomudo no iba a poder quejarse por semejante agravio.
Otro de los pasajes más bonitos que comparten es cuando Ismail decide ir con su padre a una de las montañas más altas e inaccesibles de Irán. Lo hace a modo de despedida, porque por cuestiones políticas se halla en peligro. El relato del viaje, de la ascensión, del compañerismo con otros montañeros y como se desenvuelve el padre entre ellos es maravilloso.
No todo fueron buenas palabras sobre esta relación, algunos comentaron que a veces los diálogos entre ambos eran algo inverosímiles, así como el alto grado de comprensión que parece haber entre ellos.

En la novela aparecen más personajes, aunque con mucha menos  importancia.  En el caso de la madre sorprende que no tenga algo más de presencia, a veces parece que Ismail a penas tiene relación con ella. Una de las críticas fue que los personajes femeninos de la novela no están muy bien elaborados, tal vez la única sea Cascabelito. Ella es la hermana pequeña y la que va más en la línea de Ismail. Su mentalidad es más actual, tiene ganas de aprender y se involucra mucho en el cuidado y comprensión del padre.  Sin embargo, de las otras dos hermanas a penas sabemos nada en toda la novela.

Comentamos también el contexto histórico y político del libro. Alguien comentó que el autor solo da unas pequeñas pinceladas del siglo XX iraní y le hubiera gustado algo más de profundidad. Por el contrario, otros habían disfrutado de este resumen claro y conciso.   

En resumen, aunque para algunos el relato pudo ser algo artificioso, todos hemos disfrutado de su lectura. Un bonito homenaje a la figura paterna y a la cultura persa y sus tradiciones. Algo habitual en la literatura del exilio, en la que se suelen idealizar las costumbres del país de origen. Quedó la sensación de que el autor ha querido mostrarnos su patria sin dramas y eliminando tabúes. Un libro muy recomendable, plagado de fragmentos de la poesía persa, en el que la primera parte predomina sobre las demás en cuanto a belleza.

Sinopsis de la editorial: Los lazos profundos e indestructibles entre un padre y un hijo, capaces de perdurar a través del tiempo y del espacio gracias al poder aglutinante del arte y de la lengua, son el fundamento narrativo de esta novela original y conmovedora, de marcado carácter autobiográfico. Ismail, un novelista iraní exiliado en Holanda, recibe por correo el diario de su padre fallecido, un tejedor de alfombras de Arak, región remota y montañosa de la antigua Persia. Sordomudo de nacimiento, Aga Akbar ha escrito esas páginas utilizando los símbolos de una antigua inscripción cuneiforme grabada en una cueva del monte sagrado del Azafrán hace tres mil años, un hermoso lenguaje desconocido que nadie ha conseguido aún descifrar. Traducir esas notas, reflejo de toda una vida, se convierte en el propósito más ferviente de Ismail, sabedor de que ese diario contiene no sólo el pasado familiar, sino el sentido de su propio presente. Así pues, por medio de los escritos del padre y los interrogantes del hijo, surge la apasionante historia del Irán del siglo XX, desde la implacable obstinación de Reza Kan en modernizarlo hasta la feroz represión del régimen de los ayatolás.

Otra reseña interesante: http://latormentaenunvaso.blogspot.com.es/2006/08/el-reflejo-de-las-palabras-kader.html 

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