Los 500 kilómetros de costa y playas del litoral valenciano han supuesto un imán para miles de turistas españoles y europeos, propiciando un aumento sin igual de la densidad de población y, por tanto, de la burbuja inmobiliaria.
Poco a poco, este “boom” se ha ido convirtiendo en un auténtico problema de especulación urbanística, una situación que Rafael Chirbes ha sabido reflejar en su novela Crematorio.
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