Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda
Ayer por la tarde nos juntamos alrededor de la mesa para comentar el magnífico libro de Sepúlveda. Intentaré hacer un resumen de la sesión, pero sigo animándoos a que participéis y completéis esta crónica.
Por primera vez en la corta historia de nuestro club, la opinión de todos fue unánime. Se trata de una novela maravillosa, corta pero intensa, de las que dejan muy buen sabor de boca. En algunos casos se trataba de una relectura, y aún así, había vuelto a encandilar.
Se trata de una novela con varias lecturas. Se puede leer y disfrutar como un relato de aventuras costumbrista, ya que gracias a él podemos por un lado, conocer la vida cotidiana de los indios shuar (sus tradiciones, su forma de cazar, su moralidad, etc.), y por otro lado, también podemos descubrir como era el día a día en un poblado de colonos.
Sin embargo, Sepúlveda va más allá, en la narración subyacen temas tan importantes como la protección medioambiental. Sin duda, la misión del autor era hacer una auténtica defensa de la selva amazónica en su conjunto, tanto de la fauna y la flora como de las tribus indígenas que allí habitan. Nos ofrece una visión completamente diferente a la habitual: si por lo general suele ser cruel, peligrosa y despiadada, aquí la encontramos exuberante, más amable, un lugar en el que sus habitantes son alimentados espiritual y físicamente por la selva.
Una de las características más valoradas ayer fue el estilo del autor. Sus descripciones son sencillas a la par que elegantes, no muy extensas, pero muy efectivas. Con pocas palabras Sepúlveda es capaz de hacernos imaginar a la perfección los paisajes, los personajes y las situaciones.
En cuanto a los personajes, se comentó que parecen ser muy pacíficos, pasivos, que mostraban un respeto total por la naturaleza, y que solo cogían lo estrictamente necesario. Todos son entrañables, “el viejo”, el dentista, los shuar, incluso la tigrilla desdichada. Sin embargo, el alcalde, tal vez el más descrito por el autor, es el más desagradable. Es el enemigo, en él se encarna toda la barbarie colonizadora, es el único que no aprecia la selva, posiblemente porque la desconoce, y es objeto de burla y mofa en muchas de las escenas de la novela.
Lo cierto es que ayer la tertulia se convirtió en una alabanza. Disfrutamos rememorando las situaciones más significativas, las más emotivas o las que nos habían provocado más de una sonrisa. A modo de ejemplo:
-Para empezar: “El cielo era una inflada panza de burro colgando amenazante a escasos palmos de las cabezas. El viento tibio y pegajoso barría algunas hojas sueltas y sacudía con violencia los bananos raquíticos que adornaban el frontis de la alcaldía.” (pág. 13)
-El dentista y sus prótesis: “Las gentes esperaban la llegada del barco (...) para probarse una de las prótesis ordenadas sobre un tapete morado de indiscutible aire cardenalicio.” (pág. 15)
-La lectura y el protagonista: “Fue el descubrimiento más importante de toda su vida. Sabía leer. Era poseedor del antídoto contra el ponzoñoso veneno de la vejez. Sabía leer.” (pág. 62)
-Un comentario al alcalde: “Pise con el culo, excelencia. Fíjese cómo lo hacemos nosotros. Abra bien las piernas antes de posar la pata. Usted las abre no más de las rodillas para abajo. Eso es caminar como monja pasando frente a una gallera. Ábralas bien y pise con el culo” (pág. 99)
-Antes del enfrentamiento con la tigrilla: “En la oscuridad se tendió sobre los costales con la escopeta preparada descansando encima del pecho, y dejó que los pensamientos se aquietaran como las piedras al tocar el lecho del río.” (pág. 119)
-Sobre las armas: “Bestia de metal indeseada por todas las criaturas.” (pág. 136)
-A modo de colofón: “Antonio José Bolívar Proaño se quitó la dentadura postiza, la guardó envuelta en el pañuelo y, sin dejar de maldecir al gringo inaugurador de la tragedia, al alcalde, a los buscadores de oro, a todos los que emputecían la virginidad de su amazonia, cortó de un machetazo una gruesa rama, y apoyado en ella se echó a andar en pos de El Idilio, de su choza, y de sus novelas que hablaban del amor con palabras tan hermosas que a veces le hacían olvidar la barbarie humana.” (pág. 137)
En definitiva, se trata de un libro lleno de pequeños detalles, tal vez, como apuntaba alguno de los participantes, el mejor que ha escrito Luis Sepúlveda. Asequible, ameno, sencillo, tierno, entrañable, divertido, son algunos de los adjetivos que más se escucharon ayer. Fácilmente recomendable para todos los públicos y una delicia que nadie debería perderse.
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