Ayer comenzamos trimestre invernal de lecturas con Miguel Strogoff y Jules Verne. Una novela de aventuras que había resultado muy entretenida para todos.
En primer lugar comentamos la edición del libro. Está claramente orientada a un público juvenil, llena de anotaciones a los márgenes con aclaraciones de vocabulario, que en ocasiones resultan algo farragosas. Sin embargo, sí son muy interesantes las notas a pie de página, relacionadas más con el contexto de la época. Se echó en falta un mapa para poder seguir las andanzas del protagonista a lo largo de su viaje de más de 5000 kilómetros.
En cuanto a la novela en sí, algunos apuntaban que el ritmo narrativo es frenético y se mantiene a la perfección hasta el final, provocando que uno se sumerja en su lectura y termine el libro en poco tiempo. No obstante, hay algunos detalles del argumento que no terminaron de convencer al analizarlos detenidamente. Por ejemplo, resulta poco convincente que unas pocas lágrimas eviten que el protagonista no pierda la visión después de que le pasen por delante de sus ojos la hoja incandescente de un sable al rojo vivo.
Sobre los personajes todos coincidimos en que eran arquetipos, es decir, los buenos, muy buenos, y los malos, demasiado malos. Incluso en la pareja de reporteros se puede ver como Verne tiene sus preferencias. Mientras que el inglés es más serio, el francés es siempre el más ingenioso y dicharachero. Además, el autor se sirve de sus personajes para transmitir valores muy positivos como el sentido del deber, la cortesía, la sensibilidad, la fidelidad a los amigos o la importancia de la familia.
El aspecto más valorado de esta obra fue sin duda el enorme trabajo de documentación de Verne. Parece increíble que sin haberse movido de casa pueda describir tan bien paisajes, ciudades, costumbres o vestimentas. Tal es el caso, que en ocasiones parece que estamos más ante una novela de viajes que de aventuras.
En definitiva, una lectura navideña que hizo disfrutar a todos a pesar de algunos detalles inverosímiles, provocados por la fantástica imaginación de Verne.
Sobre el autor:
Jules Verne (1828-1905) es un escritor francés considerado el padre de la ciencia ficción moderna. Nació en Nantes y estudió leyes en París.
En sus inicios fue libretista, y más tarde colaborador de Dumas. Tras una serie de tentativas infructuosas como dramaturgo, en 1863 publicó la novela Cinco semanas en globo, con la que inauguró la fórmula que habría de hacerle mundialmente conocido.
Su extensa producción está integrada por novelas que combinan abundantes dosis de aventura e imaginación con la divulgación científica, además de un contagioso optimismo con respecto a la ciencia y el progreso. Verne es el gran exponente del entusiasmo positivista de la segunda mitad del siglo XIX. Por todo ello se le ha considerado, con justicia, y junto a H. G. Wells, como un precursor del género de la ciencia ficción.
Sus obras alcanzaron enorme popularidad, y su capacidad de atracción no ha disminuido, tal como certifican las numerosas adaptaciones cinematográficas que de ella se han hecho.
En 1905, enfermo de diabetes, Verne murió en su hogar de Amiens. En su tumba se representa a Verne emergiendo del sepulcro, obra del escultor Albert Roze.
Sobre el libro:
Sinopsis: "Y no volverá a ver las cosas de la tierra". Era el versículo del Corán que Miguel Strogoff oyó antes de que la hoja incandescente de un sable al rojo vivo pasara delante de sus ojos. desde ese momento culminante, el lector, ya irremesiblemente atrapado, acompaña al correo del zar por las estepas siberianas, compartiendo su tesón, sus dudas, tal vez la superstición de aquella liebre de mal agüero que se cruzó en el camino, y acaso su secreto. Novela de aventuras en esado puro, donde el viaje argumental del protagonista se convierte en viaje iniciático del joven, añade virtud de aliviar la tensión narrativa con las ocurrencias humorísticas de los periodistas Blount y Jolivet.